Conocí Redmine, casi por casualidad y ahora no puedo vivir sin él 😉
Cuando era C.E.O. de Adapting, empresa que desarrolla aplicaciones para la empresa, y en el marco de nuestro plan de expansión, decidimos crear una versión desde cero de nuestro producto estrella, que se había quedado tecnológicamente obsoleto.
Contratamos al ITI, Instituto Tecnológico de Informática de Valencia, que, como una buena práctica más para el desarrollo del nuevo producto, aconsejó a nuestro Director de I+D implantar Redmine en el Laboratorio de producto, para llevar a cabo una correcta gestión de este proyecto estratégico para la empresa.
Un día pasaba por delante del ordenador de uno de los técnicos y vi en su pantalla la interfaz de una aplicación que no me resultaba familiar. Le pregunté y me dijo que era “el Redmine”, una aplicación web para gestionar las tareas y su flujo de trabajo entre los miembros del equipo del laboratorio de producto. Le pedí que me diera de alta en la aplicación, porque llevaba tiempo queriendo utilizar un gestor de tareas para todo lo relacionado con Administración, Contabilidad, etc.,
Había probado varias herramientas, pero ninguna me había convencido. Los requisitos que estaba buscando en una aplicación de estas características eran:
- desarrollada en tecnología web 100% (sin instalación en equipos)
- sencilla de usar
- con un módulo de administración que permita una amplia configuración
- con una comunidad de desarrollo alrededor del producto (sobre todo para plugins y temas)
En cuanto empecé a utilizar Redmine y a “trastear” en su módulo de administración, me di cuenta que había encontrado esa aplicación. Inmediatamente empezamos a utilizarlo en Administración, pero, al poco, propuse su implementación en el resto de áreas de la empresa (Proyectos, Recursos Humanos, etc.).
Redmine no es únicamente un gestor de proyectos; es realmente un gestor de PROCESOS de toda la empresa.
Desde entonces, todos los trabajos de la empresa, fueran del tipo que fueran, pasaban por Redmine. Se creaba la tarea, se gestionaba el flujo de trabajo (completar la tarea, autorizar peticiones, etc.), hasta que se finalizaba y se cerraba. Durante ese tiempo, la tarea pendiente estaba siempre a la vista en un panel de control, tanto para el que la tenía que completar, como para el que la supervisaba. Ya no más emails con respuestas y contrarespuestas infinitas; ya no más “se me ha quedado sepultado tu email entre los 100 que recibo al día”. Cada usuario siempre tenía a la vista en su panel web todas las tareas pendientes de llevar a cabo.
Ahora recomiendo a menudo Redmine a mis clientes que necesitan digitalizar procesos para optimizar su tiempo y su coste, sin perder un ápice del control que, al menos psicológicamente, les daba tener los papeles encima de la mesa.
En otros posts hablo más en profundidad sobre qué tipo de proyectos se pueden abordar con Redmine y sobre sus virtudes y sus defectos, que también los tiene. Al fin y al cabo, sólo es un software 😉
Autor: Luis Blasco